De origen campesino y sin ninguna
formación, Rasputin adquirió
pronto gran popularidad por
su vida licenciosa y su fama de
mago.
A su llegada a San Petersburgo en
1903, Rasputin fue recibido como un hombre santo. En octubre de 1907 alivió por primera vez los sufrimientos del príncipe Alejo
y la emperatriz vio en él a la persona de la que dependía la vida de su hijo. Así Rasputin obtuvo la confianza de la
zarina y también la de Nicolás II, fuertemente influido por su mujer.
Con
el paso del tiempo, según algunos datos, la influencia de Rasputin sobre el zar y su familia se hizo mayor. La oposición usaba su imagen para difamar a la familia real,
especialmente a la emperatriz extranjera (afirmaron que la zarina era una de
las amantes de Rasputin). Pero Alejandra y todos sus hijos mantuvieron un
profundo respeto hacia su persona hasta el fin de su vida.
Las vidas de la familia del emperador
y el campesino vidente se encontraron conectadas más de lo que se podría
imaginar. Poco antes de su muerte, Rasputin predijo que en caso de morir
asesinado, el zar perdería también su vida y el trono. Meses más tarde Rasputín
muere a manos del príncipe Felix Yusúpov.