miércoles, 10 de agosto de 2011

Reinado del Zar


Educado de manera espartana por su padre, Alejandro III, heredó su sentido autoritario, e inició su reinado continuando  los  planes  de  industrialización con nuevos bríos. Siguió esta política autocrática de su antecesor, hasta que, por incapacidad o por debilidad, cayó bajo la influencia de la zarina Alexandra, más tarde su mujer, (la princesa Alicia de Hesse-Darmstadt) y de su consejero Rasputín.
Bajo su reinado, pero más bien al margen de su intervención directa, Rusia conoció un  proceso de industrialización acelerada (que hizo surgir importantes núcleos obreros) y se esforzó por extender su influencia en Asia rivalizando con las potencias occidentales en la carrera imperialista.
S.M. Rama V (izquierda) junto a S.M.I. el Zar Nicolás II (derecha) en San Petersburgo (1897)

Mal aconsejado y aislado de la opinión nacional, Nicolás II dejó con su inmovilismo que se enconaran los grandes problemas que aquejaban al régimen zarista: la pobreza del campesinado y su hambre de tierras, las tensiones sociales y la agitación revolucionaria, las aspiraciones de libertad y democracia de los intelectuales reformistas. 
En 1905 llevó al país a una guerra contra el Japón, debido a la tradicional expansión rusa hacia Asia septentrional y Extremo Oriente, en la que resultó derrotado; esta derrota, aprovechada por la oposición al zar y apoyada por el movimiento obrero, sumada con el descontento popular estalló en una revolución en aquel mismo año, frente a la cual no ofreció otra respuesta que la represión militar. Ambos acontecimientos constituyeron las razones por las cuales perece la Monarquía; para 1914 Rusia volvió a comprometerse en una guerra exterior para la que no estaba preparada ni en sentido militar ni económico ni político.
Las sucesivas derrotas frente al moderno ejército alemán acabaron por desmoralizar al país y desarticular las estructuras del Estado, facilitando la Revolución Rusa de febrero de 1917, que derrocó al zar e instauró en Rusia una República.